San Jordi: Una leyenda de dragones, caballeros y princesas

Y cuenta la famosa leyenda que un dragón se instaló en la villa de Motblanc, aterrorizando a todos los habitantes y acabando con todos los recursos de los alrededores.

Cuando esta colosal bestia acabó con todo el ganado de la ciudad, sus aldeanos no tuvieron más remedios que empezar a sacrificar a los propios habitantes así que metieron todos los nombres en un gran  puchero, también el del rey, y el de su hija la princesa, y cada día una mano inocente decidía quien moriría la mañana siguiente.

Esta era la situación hasta que una tarde el azar quiso que saliera el nombre de la princesa para que al día siguiente fuese entregada a su cruel destino en manos del dragón.

Algunos dicen que el rey lloró y suplico a sus súbditos para que su pequeña no fuese entregada, otros que entregó a su hija con entereza y resignación puesto que no era el único padre desconsolado. Sea como fuere, la joven cruzó las murallas y salió a su triste destino.

De camino a la cueva del dragón, la princesa se encontró al caballero a lomos de un blanco corcel y éste, matando al dragón clavándole su espada, la rescató.

Dicen unos que el dragón se fundió y fue absorbido por la tierra. Cuentan otros que un gran charco de sangre se formó a los pies del caballero y de la sangre que brotó del cuerpo sin vida del monstruo nació una rosa roja que el caballero Jorge, o Jordi, o George o  Giorgius, que es como se llamaba, le entregó a la princesa.

Este valiente gesto ganó el respeto y la admiración de toda la ciudad y esto hizo que la fama de este santo caballero se extendiera por toda la Edad Media y fuera escogido patrón de la caballería y nobleza.

Lo cierto es que no se sabe con certeza cuándo se empezaron a regalar rosas el día de Sant Jordi. Hay constancia de que en el siglo XV, en Barcelona, era costumbre entre la nobleza acudir a misa a la capilla de Sant Jordi, en el Palacio de la Generalitat, y de que en esa misma plaza se celebraba la Fira de roses (Feria de rosas), una vieja fiesta en la que los hombres regalaban rosas como prueba de amor, un antecedente del actual San Valentín.

Pero lo que quedó para la historia de esta hermosa leyenda es que la rosa de unió a Sant Jordi y que cada 23 de abril, conmemorando la supuesta muerte de este valiente caballero, perdura la costumbre de regalar una rosa roja acompañada de una espiga (símbolo de la fertilidad).

En 1996, la Unesco declaró el 23 de abril como el Día Internacional del Libro y a este tradicional regalo se une la de regalar un libro. Las rosas y los libros, que se regalan a las personas queridas, llenan por un día, las calles y las plazas de todas las ciudades y pueblos de Cataluña.

En Montblanc además, escenario de esta pintoresca leyenda, se celebra la Semana Medieval  que debido a su fidelidad y rigor histórico, variedad de actos y proyección exterior ha sido declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional en Cataluña y en el Estado Español.

Una fantástica ocasión para visitar la Barcelona y acercarse a una de las tradiciones popular más características del mundo.

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